Lola estaba junto a un compañero en un patio, allí vivían. Comían los desperdicios que les echaban, como naranjas enteras, sin pelar, por lo que cuando la trajimos no sabia comer pienso. Echó de menos a su compañero durante varios días y lo buscaba por todas partes pero, ahora ya está integrada, gracias a la estupenda labor y cariño de su casa de acogida, preparada para ser adoptada por una persona a la que los abueletes les llegue al corazón. No ve muy bien pero se defiende perfectamente y juega como un cachorrito. Mi/M